El lema del maratón de València 2021 no podía ser más adecuado: “Ganas de maratón”. ¿Que si había ganas? El último que pudimos correr a animar fue, precisamente, el maratón de València de 2019. Luego vino el parón obligado por la pandemia. Hubo que aparcar planes como el maratón de Viena 2020. Pero por fin la línea azul surcaba de nuevo la calles, y encima las de nuestra propia ciudad.
Era una gran ocasión, y por eso el runclub se preparó por todo lo alto. Nos hicimos camisetas nuevas para seguir completando el atuendo correanimador. Y volvimos a reencontrarnos con experiencias ya casi olvidadas: los nervios de toda la semana de nuestros corredores, el rito de la visita a Expodeporte (donde nos esperaba una foto gigante de la correhermana), pintar una nueva pancarta (que luego no ven, pero por nosotras que no quede) …
Madrugar en domingo
De nuevo volvimos a madrugar un domingo de diciembre para echarnos a la calle aún de noche y acompañar a nuestros corredores hasta la salida. Cumplimos otra vez con nuestros viejos ritos (no en vano este era nuestro octavo maratón de València como correanimadoras): coger el metro hasta Alameda tras negociar la hora más tardía posible; desde allí ir andando hasta el Palau de les Arts para dejar los corredores en la salida … y rumbo a comenzar nuestro particular maratón correanimador.
Esta vez la organización había introducido pequeños cambios en el recorrido de siempre, que una vez estudiados nos permitió animar a nuestros corredores en cinco puntos, nada más y nada menos.
Correanimar en 5 puntos
Empezamos en un clásico para nosotras: la Plaza de Europa, a los pies de la estatua del Parotet, adonde llegan los corredores nada más cruzar el icónico puente de la salida. Como este año había varias oleadas, estuvimos un buen rato. El hombre que teníamos al lado nos dio conversación y con toda la buena voluntad nos dijo que nos podía aconsejar dónde ir a varios puntos para animar (ja, ja, ja, no sabía que hablaba con unas profesionales de la animación).
Una vez animados nuestros corredores, marchamos a un punto nuevo para nosotras: por la calle Menorca, a solo dos calles de la Plaza de Europa, nos esperaba el kilómetro 1’5, al que por cierto llegamos con tiempo más que de sobra a pesar de que el señor experto decía que no era posible.
Saludados y jaleados, nos fuimos paseando bajo un viento frío hacia un punto que no ha fallado nunca en nuestra trayectoria correanimadora del maratón de València: el kilómetro 17’5, en la Plaza de Zaragoza, mientras otro destacamento nuestro se preparaba para animar tres kilómetros antes, en Benimaclet.
En la rotonda de la Plaza de Zaragoza reunimos al grueso del runclub y coincidimos con una señora con pompones verdes a la que estuvimos a puntito de fichar por sus grandes trazas animadoras. Lástima que ella misma se descartó por un feo detalle final: lanzarse a recoger un turbante que se le había caído a su marido por en medio de los corredores, obligando a estos a esquivarla como buenamente pudieron.
Afortunadamente no cayó ninguno al suelo -poquito faltó-. Pero señora de los pompones verdes: eso no se hace. Igual que cruzar de lado a lado de la calle mientras pasa un grueso de corredores con maletas o con bicicletas, que también lo vimos durante el maratón: maaaaal.
Nuevas ideas correanimadoras
Aplaudidos y jaleados el corremarido, la correhermana, el correprimo y el correcuñado, nos dispusimos a colocarnos en nuestro cuarto punto correanimador. Otros años nos hubiéramos ido al kilómetro 24, cerca del Parotet, pero con el nuevo trazado justo enfrente de donde estábamos pasaba el kilómetro 26 del maratón.
Así que nos dimos media vuelta y seguimos animando mientras captábamos ideas para el próximo maratón: sumamos para el futuro pompones (los nuestros mejor rojos, a juego con la nueva camiseta) y un megáfono pequeño, que antes de acabar el domingo ya estaba encargado.
Lo de cómo usar a la vez los pompones, el megáfono, la carraca, la cámara de vídeo, el móvil para hacer las fotos y mirar en la aplicación por dónde van los corredores, mostrar la pancarta animadora y entregar los geles y las pasas … ya lo estudiaremos para la siguiente cita maratoniana. Pero no dudéis de que encontraremos la solución, que para algo sumos muchos.
Pasaron nuestros corredores aún con buena cara a falta de 18 kilómetros para echarse a la saca otra 42K y llegó el momento de la parada técnica, que no en vano nos habíamos levantado antes de las 7 de la mañana. Un tentempié rápido ya de camino de la meta, donde este año parecía que iba a estar complicado pillar como siempre sitio en las gradas, pues eran más reducidas que en años anteriores.
Primera fila en meta
Efectivamente, esta vez costó un poco llegar a la primera fila de las gradas, pero con un poco de paciencia y de compadreo con otras correanimadoras que no conocíamos de nada fue posible dejarnos la voz en el momento en que nuestros corredores favoritos surcaron la pasarela azul sobre el agua de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, colocada esta vez frente al Oceanogràfic en lugar de frente al Museo de las Ciencias.
Logrado este emocionante momento, solo hubo que acudir a recoger al corremarido y hacerle entrega de unos globos con el número 16, los maratones que ha completado ya desde que empezó en esto de la locura corredora. No hizo su mejor marca personal, pero ni falta que hacía. Su entrada en meta nos supo a todos a victoria: la victoria de haber recuperado la alegría de echarnos de nuevo a las calles después de dos años y poder correr a animar de nuevo a tantas personas que se superaron sí mismas en un frío domingo del puente de diciembre.
Con menos voz, pero felices y con nuevos planes correanimadores ya en la cabeza, inmortalizamos el momento mientras el viento se empeñaba en boicotear la foto y marchamos a casa a celebrar que el run club ha vuelto a ponerse en marcha.